Café con olor a avellanas
Hay cosas que solo suceden cuando alguien es capaz de convertir las cosas sencillas y cotidianas en algo único que con el tiempo se vuelve fundamental. Eso ocurrió con el café con olor a avellana que compartía con el Santi cada vez que estaba en su casa. Nunca le pongo nada al café y esta era la única excepción, porque no se trataba solo del hecho de compartir un café, sino la posibilidad de hacerlo en su compañía, con su sentido del humor y forma de ver la vida: mucha generosidad y poca tolerancia quien quiera abusar de ella. Me parece que se topó con la vida adulta siendo muy joven y aprendió a encontrarle las oportunidades, pero también aprendió pronto a lidiar con sus dificultades y desencantos hasta perderles el miedo. Escucharle hablar, era aprender que no hay problema que no se pueda afrontar y que las equivocaciones están ahí, en la vida de todos porque somos humanos y sabemos muy poco de ella. Hasta que le tocó la enfermedad, el dolor y la batalla más dura. S...