La taza de café

Esa taza de café, usualmente ya a medias, es para mí una imagen muy presente. 

Encontré esta foto hace pocos días, que me remitió a ese momentito en el que en medio de un paseo familiar por la ciudad hicimos una pausa, entramos a una cafetería a saludar a una amiga que trabaja ahí y nos sentamos juntos a tomar un café. La foto la tomé cuando ya nos íbamos, porque sentí que esa huella que dejábamos, era más que simplemente un grupo de comensales que dejaba el sitio, era la huella de la conversación, del tiempo juntos, del disfrute compartido.

Pasé por mi archivo de fotografías y encontré que la taza de café está siempre ahí, mientras trabajo, mientras leo, mientras descanso.  Pensé en todo lo que rodea a esa taza de café. 

Una lluvia de ideas

Una charla, un encuentro. 

El abrigo en una tarde fría, la compañía en un momento de productividad... o todo lo contrario, en un momento de descanso y calma.  

La taza de café puede ser un simple pretexto. Para verse con alguien, para fortalecer los vínculos, para crear nuevos amigos para descubrir lugares.

También para pensar, para llorar, para reponerse.

Hay quienes se llevan consigo la taza de café, para tomarlo en el camino (no es mi versión favorita, pero puede pasar). 

Aprendí a tomar café siendo niña. Me parecía que la mesa familiar era más interesante a la hora de tomarlo. Para mí en ella siempre hubo historias, compañía, protección y aprendizaje y ese olor a esencia de café en la jarrita pequeña que recuerdo bien.

Quizás es por ello que cuando alguien viene de visita desde Ecuador, pido que me traiga café, parece ser esa esencia alrededor de la que habito.

Comentarios

  1. El café ha sido compañero de nuestra familia siempre, desde que lo recuerdo y desde las historias de antes contadas por los mayores. No es pensable un día o un encuentro sin café.

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