Los golpes II
Hace un año, un golpe. Aquí mismo en este blog escribí impactada, aprendiendo que hay gente... Diferente.
De golpes, porque así se aprende.
Lidiar con la decepción es difícil pero luego del golpe, de ver las estrellas y reponerse, es posible ver con claridad.
No tengo miedo de dedicar esta nota, a la mentira de la que me he liberado hoy. Mentira que me creí por más de diez años.
Una mentira fea, descarada, inmunda.
La mentira que es, aquel tipo que habla de su dios como que tuviera autoridad para hacerlo. Tiene el atrevimiento. Pero baila y se tira al piso por un billete, como un muerto de hambre, rata de alcantarilla que no teme mostrar su peor cara y contaminar cuanto está a su alrededor.
Mi frustración llega hasta ahí. Aquella contaminación ha salido de mi vida y con todas sus ínfulas. Se va con mi chequera y que le aproveche, que le rinda cada centavo hasta que se empache con sus mentiras y se las crea todas. Que finalmente, la buena fortuna es mía, con la certeza de que por dinero no pierdo la dignidad ni las amistades, con la claridad de que cada uno podrá lidiar con su conciencia en su momento.
No me creo el cuento. Que nadie se lo crea. El cuento del entusiasta de la utopía y sus mil mierdas, es mentira.
De golpes, porque así se aprende.
Lidiar con la decepción es difícil pero luego del golpe, de ver las estrellas y reponerse, es posible ver con claridad.
No tengo miedo de dedicar esta nota, a la mentira de la que me he liberado hoy. Mentira que me creí por más de diez años.
Una mentira fea, descarada, inmunda.
La mentira que es, aquel tipo que habla de su dios como que tuviera autoridad para hacerlo. Tiene el atrevimiento. Pero baila y se tira al piso por un billete, como un muerto de hambre, rata de alcantarilla que no teme mostrar su peor cara y contaminar cuanto está a su alrededor.
Mi frustración llega hasta ahí. Aquella contaminación ha salido de mi vida y con todas sus ínfulas. Se va con mi chequera y que le aproveche, que le rinda cada centavo hasta que se empache con sus mentiras y se las crea todas. Que finalmente, la buena fortuna es mía, con la certeza de que por dinero no pierdo la dignidad ni las amistades, con la claridad de que cada uno podrá lidiar con su conciencia en su momento.
No me creo el cuento. Que nadie se lo crea. El cuento del entusiasta de la utopía y sus mil mierdas, es mentira.
Cuando descubres estas mentiras, vale la pena mirar tu otra publicación, los compañeros fieles.
ResponderEliminarA veces somos tan arrogantes los seres humanos, que para referirnos a gente como esta que habla de dios y actúa como el diablo, les decimos perros. En realidad ojalá aprendieran un poquito de los perros, aunque ellos no hablen de dios ni publiciten sus utopías desde los púlpitos.