Casa llena

Cuando era chica, pasaba cada fin de semana en una casa llena: llena de primos, de música, de buena comida, de conversación, de juegos, de afectos. Crecí allí en ese entorno para muchos caótico, para otros entretenido, para mí días enteros de juego y conversa.

Mi abuela parecía disfrutar de la casa llena, aunque eso seguramente significaba para ella toneladas de trabajo, mucho tiempo en la cocina, miles de platos por lavar y ni un minuto de descanso, pasó el tiempo y todo esto se convirtió en parte de la vida de todos, seguro para ella, que siempre parecía estar lista para las visitas.

Han pasado los años, ya no está la abuelita, ya su casa no está siempre llena, todos crecimos y encontramos otros espacios de vida, pero en estos años, de pronto me encuentro con mi propia casa llena, de hijos, sobrinos, amigos, de música, juegos y afectos que me rodean y hacen inmensamente feliz. Toneladas de trabajo, miles de platos para lavar, mucho tiempo en la cocina, horas que valen la pena y el descanso, viene cuando todos se van y la casa se queda con el espíritu de la casa llena.

Bienvenidos amigos queridos, hijos, sobrinos, a mi casa.

Comentarios

  1. que interesante… he recordado esa sensación de la casa llena, en la casa de mi abuela… cuando todos los primos nos llevábamos bien, cuando no habían rencores de ningún tipo, cuando una pelea de niños duraba 10 minutos y luego de regreso al juego y no había pasado nada… extraño la casa llena, y como ahora a veces mi depar se llena de amigos, de música y cerveza, pero no es lo mismo…

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