Malditos casilleros

Todos somos el malo en el cuento de alguien. 
Al leer esa frase me hice de inmediato un par de dramas en la cabeza.

Ese rol que alguien nos asigna y en el que nos acomodamos día a día es tan común y no tiene explicación, es sencillamente que necesitamos vivir en un casillero para ser recordados, ser necesarios. Muchas veces buscamos ese casillero que ojalá destaque y nos haga sentir indispensables. La madre abnegada, la buena amiga, la que resuelve, la que controla, la que molesta, la mala, la algo...

Nos creemos esta historia y nos adaptamos a estos roles que son el espacio perfecto para ser parte de la vida de otros. 

¿cuánto nos miramos a nosotros mismos desde los ojos de los otros?

El otro día conversaba con un amigo que una vez más tenía que sacarle de un lío a su hijo. Otra vez, él era el responsable, otra vez se sentía culpable de que su chico se meta en líos., otra vez ejercía el rol de ser el que le saca de problemas hasta que tomó la decisión de salirse del maldito casillero. Ese padre ahora lidiará con el dolor de ver a su niño aprender por las malas, pero finalmente aprender algo... los dos.

Otra amiga, después de un duro divorcio me decía... aprendí que durante mi matrimonio mi rol era lo menos parecido a lo que quería ser como pareja... y finalmente si pudiera regresar el tiempo,  dejaría de lado el control... me relajaría un poco, dejaría que el otro se haga cargo de sus cosas y no me haga responsable de ellas... ese habría sido un buen camino.


¿qué tanto elegimos esos espacios que nos hacen parte de un grupo? ¿elegimos de verdad?


A todos nos ha pasado que somos para alguien la ingrata, la que abandona y no llama ... y nos sentimos culpables... hasta que nos preguntamos ¿cuándo me llamó esa persona? ¿cuándo me preguntó cómo estoy? ¿yo soy la ingrata?


Ya me han mandado a la mierda un par de veces por no encajar en un casillero. Hace rato que me aburre vivir en un cajón y por eso me va bien cerca de quien me deja ser libre, respeta mi espacio y aprecia sin juzgar lo que yo puedo aportar a su vida. 


Si nos fijamos bien, las expectativas que ponemos sobre los otros, son una horrible y egoísta presión.


¿Cuándo pasaremos a tener verdadera empatía?


Se nota que me acerco al cuarto piso señores, y realmente me quiero deshacer de lo que me sobra.



MAI








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