Viajar a Toledo
Una ciudad perfecta, cada esquina de afiche y postal.
Cada amanecer en ella, aunque frío, fue un encuentro conmigo misma, mi capacidad de caminar por la vida y valorar cada cosa que atesoro.
Caótica, expuesta ante miles de turistas que quieren robarle una foto, respirar un poco de su belleza, llevarse algo de ella. Es imposible no hacerlo, Toledo se regala para asegurarse que regreses.
Cuando vuelva, no será sola. Eso aprendí allí.
Cuando lo vi de lejos, desde el otro lado del río, desde abajo, tuve la impresión de que Toledo era un enorme pan hecho por un gran alfarero.
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