El coaching y mi mundo
Llegó un mail: Este cupo es para tí. Una certificación como coach que es para tí. No te la pierdas, es para tí.
Lo habría ignorado, de no ser porque llegó de mi querido amigo (algo así como un tío) Roberto.
No era posible negarse la posibilidad y con el siempre coherente apoyo de la familia, me fui al famoso encuentro. Una semana entera en octubre, otra en diciembre.
Llegué, con mi vida en la cartera y bien puesta el reloj, pensando en que llegada la hora de darme cuenta de que eso no era para mí, saldría corriendo con mi mejor sonrisa, a retomar mi agitada vida. Pero el momento aquel no llegó el día 1, ni el 2, ni ninguno. Al último día, no llevé ni mi cartera.
Tenía en mente muchos prejuicios. El coaching es cosa de locos, de psicólogos frustrados, de gente que cree que puede andar por ahí, ofreciendo ayuda para cumplir sueños de otros locos que se creen todo lo que les dicen. Tanta buena voluntad no parecería creíble.
El primer encuentro, fue con un coach experto, Paul. Un alemán-francés-brasileño-chileno que tenía un encanto único en su tono de voz, en su forma de mantenernos atentos y curiosos al descubrimiento. (busquen su blog, se llama Paul Anwandter)
Así, en ese tono encantador, aprendí que es más importante hacerse preguntas que tener las respuestas para todo; que cada uno sabe bien lo que quiere (aunque no lo crea), que hay consejos que nadie nos pide y sin embargo los damos sin control; que es mejor estar ahí para quien realmente quiere nuestra ayuda, que andar por el mundo buscando a quien salvar... y con solo una bola de papel, aprendí que el que no toma las riendas de su vida, no avanza donde quisiera... o mejor dicho: que solo si tomas las riendas de tu vida, llegas donde quieras (y más allá).
Nada de auto-ayudas ni brujerías, nada de salvadores del mundo. Solo gente que sabe hacer preguntas para ayudar a quien lo necesite y lo acepte.
Lindo encuentro entre el coaching y mi mundo, porque a la agitada vida que dejé fuera el primer día, no volví igual, no quise volver.
Y si de pronto encuentran que ya no estoy por ahí buscando a quien salvar, es por eso, porque ser coach es la forma de ayudar a quien quiere, con lo que lleva dentro... y me he tomado el papel en serio.
Lo habría ignorado, de no ser porque llegó de mi querido amigo (algo así como un tío) Roberto.
No era posible negarse la posibilidad y con el siempre coherente apoyo de la familia, me fui al famoso encuentro. Una semana entera en octubre, otra en diciembre.
Llegué, con mi vida en la cartera y bien puesta el reloj, pensando en que llegada la hora de darme cuenta de que eso no era para mí, saldría corriendo con mi mejor sonrisa, a retomar mi agitada vida. Pero el momento aquel no llegó el día 1, ni el 2, ni ninguno. Al último día, no llevé ni mi cartera.
Tenía en mente muchos prejuicios. El coaching es cosa de locos, de psicólogos frustrados, de gente que cree que puede andar por ahí, ofreciendo ayuda para cumplir sueños de otros locos que se creen todo lo que les dicen. Tanta buena voluntad no parecería creíble.
El primer encuentro, fue con un coach experto, Paul. Un alemán-francés-brasileño-chileno que tenía un encanto único en su tono de voz, en su forma de mantenernos atentos y curiosos al descubrimiento. (busquen su blog, se llama Paul Anwandter)
Así, en ese tono encantador, aprendí que es más importante hacerse preguntas que tener las respuestas para todo; que cada uno sabe bien lo que quiere (aunque no lo crea), que hay consejos que nadie nos pide y sin embargo los damos sin control; que es mejor estar ahí para quien realmente quiere nuestra ayuda, que andar por el mundo buscando a quien salvar... y con solo una bola de papel, aprendí que el que no toma las riendas de su vida, no avanza donde quisiera... o mejor dicho: que solo si tomas las riendas de tu vida, llegas donde quieras (y más allá).
Nada de auto-ayudas ni brujerías, nada de salvadores del mundo. Solo gente que sabe hacer preguntas para ayudar a quien lo necesite y lo acepte.
Lindo encuentro entre el coaching y mi mundo, porque a la agitada vida que dejé fuera el primer día, no volví igual, no quise volver.
Y si de pronto encuentran que ya no estoy por ahí buscando a quien salvar, es por eso, porque ser coach es la forma de ayudar a quien quiere, con lo que lleva dentro... y me he tomado el papel en serio.
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