Nuevos espacios de pensar
El día llegó. Tomamos la decisión y armamos maletas para cambiarnos de casa. Más cerca del trabajo, más cerca de los amigos de los hijos, de la universidad. Menos tiempo de carretera, más tiempo en casa.
Dejamos la casa junto a la laguna, los vecinos de toda la vida para empezar un nuevo ciclo. Conocí la nueva casa y me encontré, con mi lugar feliz. El de las meditaciones. Pero ese es otro tema.
Los meses previos a la mudanza han sido de encuentros con momentos bellos y momentos difíciles vividos. En cajas y cajas de tesoros, en cajones, en armarios. Cientos de dibujos, cartas, fotos, agendas...esas cosas que en su momento, son tan importantes que no se pueden botar o que simplemente se quedan ahí, en el espacio que se hicieron.
Encontré entre esas maravillas, mi agenda de 1997. La vieja agenda contenía registrados momentos determinantes de cuando este ciclo que hoy cierro empezaba cerrando a su vez uno anterior. Era el momento en el que comprendía para siempre, que sin amor no se puede vivir. Que nadie, nadie, tiene derecho a creerse dueño de nuestra vida y peor aún a intentar que la vivamos a su modo.
Era el momento de empezar este nuevo ciclo que hoy miro a la distancia de más de diez años y lo encuentro cargado de satisfacciones y consecuencias de cada decisión tomada que estoy segura se pueden notar de lejos en mi vida y en la de mis hijos mayores que ya andaban por entonces conmigo.
Hoy empaco cajas y maletas y este equipaje va lleno de expectativas y sueños, más que de objetos (que llegó el momento de desechar) voy cargada de aprendizajes, memorias y vivencias de una buena vida.
Al cerrar este ciclo y empezar uno nuevo, para aligerar la carga de las maletas, comparto aquí algunos aprendizajes.
Aprendí que no está bien tropezar con la misma piedra y que este difícil aprendizaje se renueva cada día.
Que aquello que se hace con amor, esfuerzo y determinación, resulta bien y te llena de satisfacción.
Que la sencillez es una cualidad maravillosa y necesaria en el mundo de hoy.
Que es necio pelear por un espacio en la vida de alguien que no te lo ofrece generosamente.
Que cada uno tiene sus prioridades. Es lo justo.
Que los amigos son amigos. Las vivencias son valiosas y las relaciones de amistad voluntarias.
Que a uno le usan y abusan mientras lo permita.
Que hay que seguir los instintos.
Que ser frontal es la única forma de vivir.
Que nada hay más ridículo y perverso que la ley del hielo.
Que cuando hay amor la vida es hermosa.
Que la familia no te abandona y que la mía es maravillosa.
Que nadie más que uno mismo cuida su salud y su vida.
Y así entre otros que no puedo explicar, porque los años pasan y dejan su huella. Los años moldean, acomodan, remueven.
Dejamos la casa junto a la laguna, los vecinos de toda la vida para empezar un nuevo ciclo. Conocí la nueva casa y me encontré, con mi lugar feliz. El de las meditaciones. Pero ese es otro tema.
Los meses previos a la mudanza han sido de encuentros con momentos bellos y momentos difíciles vividos. En cajas y cajas de tesoros, en cajones, en armarios. Cientos de dibujos, cartas, fotos, agendas...esas cosas que en su momento, son tan importantes que no se pueden botar o que simplemente se quedan ahí, en el espacio que se hicieron.
Encontré entre esas maravillas, mi agenda de 1997. La vieja agenda contenía registrados momentos determinantes de cuando este ciclo que hoy cierro empezaba cerrando a su vez uno anterior. Era el momento en el que comprendía para siempre, que sin amor no se puede vivir. Que nadie, nadie, tiene derecho a creerse dueño de nuestra vida y peor aún a intentar que la vivamos a su modo.
Era el momento de empezar este nuevo ciclo que hoy miro a la distancia de más de diez años y lo encuentro cargado de satisfacciones y consecuencias de cada decisión tomada que estoy segura se pueden notar de lejos en mi vida y en la de mis hijos mayores que ya andaban por entonces conmigo.
Hoy empaco cajas y maletas y este equipaje va lleno de expectativas y sueños, más que de objetos (que llegó el momento de desechar) voy cargada de aprendizajes, memorias y vivencias de una buena vida.
Al cerrar este ciclo y empezar uno nuevo, para aligerar la carga de las maletas, comparto aquí algunos aprendizajes.
Aprendí que no está bien tropezar con la misma piedra y que este difícil aprendizaje se renueva cada día.
Que aquello que se hace con amor, esfuerzo y determinación, resulta bien y te llena de satisfacción.
Que la sencillez es una cualidad maravillosa y necesaria en el mundo de hoy.
Que es necio pelear por un espacio en la vida de alguien que no te lo ofrece generosamente.
Que cada uno tiene sus prioridades. Es lo justo.
Que los amigos son amigos. Las vivencias son valiosas y las relaciones de amistad voluntarias.
Que a uno le usan y abusan mientras lo permita.
Que hay que seguir los instintos.
Que ser frontal es la única forma de vivir.
Que ninguna dependencia es sana aunque todos tengamos una.
Que ser imperfecto es lo perfecto.
Que a veces no queda otra opción que ver cómo las personas queridas se equivocan para aprender y que estar ahí para ellas es lo único que podemos hacer.
Que hacer dinero no es lo mismo que hacer lo que te de la gana porque tienes dinero.
Que la enfermedad del poder es incurable, infecciosa y catastrófica.
Que nada hay más ridículo y perverso que la ley del hielo.
Que cuando hay amor la vida es hermosa.
Que la familia no te abandona y que la mía es maravillosa.
Que nadie más que uno mismo cuida su salud y su vida.
Y así entre otros que no puedo explicar, porque los años pasan y dejan su huella. Los años moldean, acomodan, remueven.
Morena querida.
ResponderEliminarCada día eres más y más. Te quiero mucho y sabes cuánto admiro y amo tu tenacidad y la inteligencia de corazón.
Empieza este nuevo ciclo como eso, como un ciclo. Nada es definitivo, incluso el almendro al que de vez en cuando nos atan porque estamos locos. HOC EST SIMPLICISIMUM